5.3. Ciberespacio, cibercultura y medios de comunicación
Seguro que muchos de nosotros y nosotras seguimos en alguna red social, sobre todo en Instagram o TikTok, a algún o alguna influencer y, aunque sin quererlo, nos dejamos influenciar, valga la redundancia, por todo lo que suben. Seguimos sus vidas a diario como si fueran capítulos de una serie que nos tiene enganchadas y enganchados, cuando no podemos coger el móvil nos morimos por llegar a casa, sentarnos tranquilamente y mirar qué es lo que han hecho durante el día, e incluso nos emocionamos y sentimos empatía por todo lo que les ocurre. Entonces, ¿estamos viviendo una doble vida sin saberlo?
Siguiendo este hilo conductor, yo he de admitir que no soy muy fan de estos y estas influencers, pero sí es cierto que sigo a un par tanto de España como de otros países para saber cómo funciona ese mundo a través de sus ojos y poder hablar sobre ello. Concretamente, sigo a un par de chicas de Estados Unidos. A una de ellas la sigo desde hace unos dos o tres años y desde entonces yo entro a su perfil día sí y día también para ver con qué me sorprende. En ese momento estaba embarazada de unos cuantos meses de su primera hija y la mayoría de las cosas que subía eran fotos y vídeos de la evolución de su barriga y de las ecografías de la bebé, aunque también subía contenido de su perro, alguna que otra cita con su marido y el proceso de remodelación de su nueva casa. Básicamente mostraba todos los aspectos de su vida como si fuera un blog. De hecho, allí ellas no se llaman influencers, sino que prefieren el término blogger. Y aquí en España hay algunas personas a las que les sienta mal que las llamen influencers a pesar de que eso es lo que son y prefieren llamarse “creadoras y creadores de contenido”. Y yo me pregunto cuál es el motivo por el que no quieren aceptar este término. ¿Es posible que “creadores de contenido” suene más profesional que “influencers”? Quizá por eso lo prefieren.
Volviendo al tema de una de las blogueras norteamericanas a las que sigo, quiero comentar que a día de hoy cuando entro a su perfil para ver qué es de su vida me emociono al ver a su pequeña con ya casi tres años y a su hijo pequeño con casi uno. Y es que después de haber estado años observando su vida diariamente ya llega un punto en el que les coges cariño, como ocurre cuando estás leyendo un libro y se crea una conexión con los personajes.
A raíz de encontrar y seguir a estas chicas, Instagram crea un algoritmo para que aparezcan más cuentas del mismo estilo. Y revisando una gran cantidad de dichas cuentas me he percatado de que siempre son las mujeres las que utilizan esta red social para mostrar su estilo de vida. Ninguno de los maridos de estas mujeres muestra en Instagram tal cantidad de información sobre sus vidas. No he encontrado a ningún blogger. Yo creo que eso se debe a la identidad de género y en Norteamérica solamente las mujeres tienen asignado el rol de poder ser blogger y que eso en los hombres está mal visto. Sinceramente, no entiendo el motivo.
Aquí en España sí es cierto que la mayoría de influencers son mujeres, pero si investigas bien seguro que encuentras unos cuantos hombres. Y a raíz del fenómeno de TikTok cada vez aparecen más y la balanza se equilibra. Esta última mencionada es una red social que, en parte, ha ayudado a romper muchos cánones y roles establecidos por la sociedad en la que vivimos. Ahora solo queda trasladar esas rupturas al mundo real.
Pero dejemos de hablar de influencers de otros países y centrémonos en los de España, concretamente en su lado oscuro. Porque sí, como todos y todas, también tienen uno.
La principal motivación de los y las influencers es la publicidad. Grandes y pequeñas marcas y empresas que les regalan productos a cambio de que los promocionen en sus redes sociales y, en algunos casos, acompañados de un incentivo monetario. Estas empresas y marcas ven en los y las influencers una gran oportunidad para promocionar sus productos. Es, en definitiva, una buena estrategia de marketing, porque al mismo tiempo que las empresas y las marcas ganan compradores, los perfiles ganan seguidores.
El problema lo encontramos cuando les toca promocionar un producto que no les gusta. ¿Vale la pena engañar a las personas que les siguen y que confían plenamente en todo lo que publican por dinero? ¿Por qué teniendo el poder que tienen sobre todos y todas las adolescentes, jóvenes e incluso niños y niñas no lo utilizan para ayudarles a mejorar?
Recuerdo un caso de una influencer que nunca se me va a olvidar y que muestra la verdadera cara de lo que es engañar a las personas que confían en su criterio con tal de tener un poco más de dinero. Ella tenía que promocionar unas galletas y, dejando de lado que no colocó la marca “ad” para indicarles a los seguidores y seguidoras que era una promoción pagada y no algo que les estaba enseñando porque de verdad lo consumía y le gustaba, en las historias principales se la veía a ella junto a las galletas comiéndoselas, diciendo lo buenas que estaban e incitando a que las compraran. Hasta ahí todo bien. Sin embargo, acto seguido subió una historia principal cuando ella quería subirla a mejores amigos (un apartado de Instagram en el que solamente pueden ver las historias las personas que se seleccionen en vez de todos los seguidores y seguidoras). Y en esta historia a mejores amigos salía ella escupiendo las galletas al inodoro y diciendo las siguientes palabras: “A vosotros os digo la verdad, estas galletas están asquerosas. Son súper secas y sosas.”
Desde el momento en el que vi esto no he vuelto a ver a los y las influencers de la misma forma. Y aunque es cierto que no todos y todas son iguales porque una parte sí hace las cosas bien, yo siento que están desaprovechando ese poder que tienen para con la sociedad. Y al igual que con el tema de los productos, también ocurre con el mundo de la estética.
Sinceramente, no creo que llegue a buen puerto el hecho de que estas personas tengan la capacidad de que, por ejemplo, sus seguidores y seguidoras se sientan bien con su cuerpo, de ayudarles a romper los cánones de belleza, de hacerles ver que no todo es perfección, etc. y en vez de eso hagan todo lo contrario. Les muestran cuerpos delgados (que muchas veces están retocados con Photoshop), pieles súper finas sin acné y un largo etcétera. Haciéndoles creer que solamente existe esa forma de vivir y de ser, que si no tienes un cuerpo delgado no eres guapa, que si tienes acné en el rostro no eres guapa, que si no tienes los rasgos simétricos no eres guapa. Y eso es todo mentira, no solo engañan a seguidores y seguidoras; sino que también se engañan ellos y ellas mismas porque la realidad es que viven debajo de un filtro.
Para terminar, quiero recalcar un par de cosas que he leído en The Conversation y es que “todo es cuestión de perspectiva”. Es cierto que conforme hemos avanzado han ido apareciendo diferentes tipos de influencers, como los que siguen un “propósito social”. Pero lo que todo el mundo tiene claro es que “los y las influencers son los reyes y las reinas de la publicidad del siglo XXI”. Y que este reinado irá aumentando conforme pase el tiempo gracias, en parte, a la interactividad que tienen con los usuarios. Pero este tema lo dejaremos para otro día porque también tiene mucho de lo que hablar.
Bibliografía:
https://hi.photoslurp.com/es/blog/que-es-el-marketing-de-influencers/
https://theconversation.com/son-los-influencers-los-reyes-de-la-publicidad-del-siglo-xxi-163538