1.3 El enfoque cultural aplicado a los medios audiovisuales y su contextualización histórica

Si es cierta la teoría según la cual las “minorías” deben pasar por una serie de fases para dejar de ser consideradas como tal en la industria, podríamos decir que la industria española sigue entre la primera fase y la segunda. El proceso comprende tres etapas: la primera, en la que una persona racializada sólo puede interpretar clichés racistas; una segunda fase en la que puede optar a personajes donde su color de piel o cultura son determinantes en el desarrollo de su historia; y finalmente una tercera fase en la que pueden ser contratados por papeles que nada tienen que ver con dicha piel o cultura.

Los elencos de nuestras series en muchas ocasiones no suelen tener más de un personaje que no sea blanco, hecho curioso, teniendo en cuenta que en 2021 el número de residentes procedentes de otros países en territorio español era de aproximadamente 5.38 millones. La variedad que deberían reflejar estas cifras, no solo de gente con un color de piel diferente, sino con otras nacionalidades en general, no se refleja en nuestros televisores. Vis a Vis (2015) sería una de las series con más representación, y estaría genial, si no fuese por el hecho de que las representaciones en cuestión son un grupo de criminales peligrosas encerradas en la cárcel, y para una representación que hay…

Chimamanda Ngozi nos recuerda el peligro de esto en su TED Talk El peligro de la historia única: “La historia única crea estereotipos, y el problema de los estereotipos no es que no sean ciertos, sino que son incompletos. Hacen que una historia se convierta en la única historia”.

La historia que te cuentan se refleja en tu forma de entender el mundo y de entender tu propia identidad. Incluso en producciones de los propios países a los que Europa y Estados Unidos han tachado recientemente de “incivilizados”, se perpetúa la idea de que lo de allá es lo bueno, la meta a la que llegar, y lo particular es algo inferior. Series, películas y publicaciones que parecen producidas en la mismísima Hollywood por su forma de pintar al europeo y al norteamericano como el gran salvador blanco, asimilando y apropiándose del discurso que llevan alimentándonos a todos durante años.

El conocido como casting daltónico surge con la intención de terminar con esa historia única, creando personajes que tengan algo que aportar fuera de la condición de su color de piel y su aspecto físico. Según el blind casting, los actores serían elegidos en base a sus méritos, sin tener en cuenta aspectos como el color, la nacionalidad o la religión de los actores. Esto se entiende como un avance, pero prescindir de la rigurosidad étnica a la hora de elegir a un actor es algo que lleva pasando desde que el cine es cine, y no precisamente como algo positivo:

Riddley Socott (director, productor y guionista) dijo en una entrevista a Variety sobre su elección de Christian Bale (inglés, blanco) como Moisés (egipcio) en Exodus (2014): “No puedo montar una película de este presupuesto, en la que tengo que pagar impuestos en España, y decir que mi actor principal es Mohammad no sé qué (…) Así no me van a financiar la película, así que la pregunta ni siquiera llega a realizarse”. Habla de su elección de un actor blanco sobre cualquier otro étnicamente correcto por cuestión de fama y prestigio. Otros casos de la última década serían el de Jhonny Depp como “indio” en El llanero solitario (2013) o el del papel de Jake Gyllenhaal en Prince of Persia (2010).

Desde que en 1927 The jazz singer fue protagonizada por un señor blanco pintado de negro, Hollywood no ha tenido ningún reparo a la hora de utilizar a gente blanca para hacer el papel de gente de cualquier etnia.

La crítica de entonces tomó este primer caso como un avance y «una interpretación de la que todos los negros se sentirían orgullosos», pero conforme ha avanzado el mundo, los casos más recientes se han dado bajo el argumento de que las estrellas son necesarias para asegurar una acogida positiva por parte del público, y casualmente todas las estrellas han sido blancas. Esta razón para justificar el whitewashing se desmorona por completo cuando se saca a la luz una verdad universal: lo que realmente atrae a la gente es sentirse identificado con el personaje que tiene delante y con su historia.

John Wayne encarnó al guerrero mongol Gengis Khan en The Conqueror (1956), Natalie Wood hizo de María en West Side Story (1961) y a Katherine Hepburn la maquillaron para hacer de japonesa en Dragon Seed (1944), y no puedo evitar pensar que cualquiera de las historias que contaban habrían sido más realistas y más cercanas si hubiesen sido interpretadas por la gente para la que estaban escritas.

Uno de los casos más curiosos, sobre todo por el hecho de que se trata de una historia real con un personaje basado en una persona real, es el de Divya Narendra, de origen indio-estadounidense, que fue interpretado por Max Minghella, británico de ascendencia italiana, en La Red Social (2010). Supongo que por lo de ser “étnicamente ambiguo”.

Esta práctica lleva siendo origen de debates durante décadas en internet, sobre todo en las redes sociales: Michelle Villemaire es una creadora de contenido de origen tailandés-americano que publicó en su blog hace 6 años Correcting Yellowface, un proyecto en el que le dio una vuelta a esos famosos personajes asiáticos interpretados por actores blancos photoshopeando su cara en el lugar de la original.

Pero volviendo al casting daltónico, este también ha sido criticado duramente a lo largo de los últimos años. Se ha abierto un debate sobre si sería peor el remedio que la enfermedad, ya que hay quien entiende la cuestión de la raza como algo ligado a la identidad de una persona y aplicar esta práctica no lo tiene en cuenta.

Ejemplos de casting daltónico recientes serían el de personajes como el de familia real en la serie Bridgerton, el de la miniserie Ana Bolena e, o el de películas por llegar como La Sirenita en el nuevo live action de Disney. Todos ellos han sido causa de polémica debido a su poca rigurosidad histórica, ya que ninguno de los personajes estaba originalmente pensado para una persona negra. Lo mismo pasa en la elección de Idris Elba para Thor o en el elenco del blockbuster de Broadway Hamilton, constituido casi íntegramente por personas de color.

La solución a todo esto pasaría por crear nuevas narrativas, que estén escritas por y para la gente a la que va a representar, no solo por hacerlo lo más fielmente posible, sino porque si estamos hablando de minorías en todas las fases de la industria, también se echa en falta es variedad en las salas de escritores, detrás de las cámaras y en producción.