5.3. Ciberespacio, cibercultura y medios de comunicación
– ¿Por qué no contestaste a mi mensaje ayer?
…
– Espera, que se me ha olvidado el móvil.
Estas son algunas de las frases, entre otras muchas, que nos acompañan a todos en esta era tan tecnológica. Es curioso como en muy pocos años la tecnología ha avanzado a pasos agigantados y con ella nuestras formas de vida. Es cierto que nos han facilitado mucho la vida, proporcionándonos una extremada comodidad. Pero como casi todo ser humano, caracterizado por ese egoísmo capaz de destruir todo con tal de salirse con la suya, hemos hecho de las tecnologías un apéndice imprescindible de nuestro cuerpo. De tal manera que no podemos vivir sin ellas y siempre queremos más y más. ¿Quién no ha visto a niños y niñas de 3 años jugando con una Tablet?
En la otra cara de las tecnologías es donde aparecen las llamadas “enfermedades tecnológicas”. Existen muchas, pero en esta entrada me centraré en algunas más comunes o conocidas como el insomnio, sobrepeso u obesidad, el trastorno de identidad disociativo y el Phubbing.
Los quince minutos que se convierten en una hora que utilizamos para revisar el teléfono móvil antes de irnos a dormir o cuando nos despertamos a medianoche y sentimos la necesidad de comprobar si tenemos alguna notificación, son situaciones que desgraciadamente se da en la gran mayoría de las personas. Mucha de la población adulta ya sufre insomnio crónico, es decir, tienen problemas para dormir ya sea por estrés, ansiedad o por diversos problemas del día a día. Mientras que, en los jóvenes, comúnmente la causa es por el uso abusivo de las tecnologías, y con ello la luz dañina que emanan estos dispositivos.
La melatonina es una sustancia clave para el ciclo del sueño y vigilia. Cuando hay poca luz, nuestro cuerpo libera una hormona que hace que tengamos sueño y que nos vayamos a dormir. Esto es una herramienta que utiliza nuestro propio cuerpo para mantener las funciones vitales en orden. Pero cuando entran en acción las tecnologías y sus pantallas de luz azul, le impiden a la melatonina hacer su función y con la luz le crean una falsa señal al cuerpo indicándole que tiene que seguir despierto. Con esta rutina el cuerpo empieza a retrasar cada vez más el ciclo.
Según los médicos, tendríamos que llevar a cabo una serie de medidas para combatir este tipo de insomnio como: evitar estos dispositivos electrónicos antes de dormir, poner su brillo bajo o activar modos nocturnos que ya ofrecen la mayoría de los móviles.
Con la aparición y popularización de la televisión en España durante los años 50/60 cambiaron por completo los estilos de vida, de igual manera ocurre con todos los nuevos dispositivos tecnológicos que salen al mercado cada día. A nivel mundial, el tiempo libre ha sido sustituido por horas de consumo de televisión, de videojuegos, de ordenador o del móvil. El sedentarismo tecnológico trae consigo problemas de salud a largo plazo, pero también pérdida de comunicación y afectividad. Muchas veces nuestros padres nos han contado cómo cuando llegaban del colegio terminaban los deberes y se bajaban al parque a jugar toda la tarde con sus amigos. La comunicación e interactividad, ya sea en el parque con los amigos o al llegar a casa con los padres, eran muchísimo mayor que la de ahora. Los cambios de vida son evidentes. Frente al caso anterior se presenta la actualidad, donde los jóvenes llegan del colegio y a lo mejor se tiran toda la tarde jugando a videojuegos o viendo la televisión de manera individual y en su habitación. En comparación, se ve una gran pérdida de comunicación y afectividad social (por ejemplo, si tenemos en cuenta que al principio de la era televisiva la televisión se veía de manera colectiva, ya que comprar una televisión era muy caro).
Pero al contrario que el sedentarismo, cuando prácticamente tu única ventana de comunicación es el móvil y las redes sociales, hay personas que se obsesionan con tener un cuerpo igual que el de las personas “influencers” o famosas, que mediante estas tecnologías los hemos catalogado como perfectos. Estas obsesiones normalmente derivan en trastornos alimenticios.
Por otra parte, el trastorno de identidad disociativo. Cada vez se leen más estas palabras en noticias asociadas a jóvenes. Este trastorno que, consiste en la dificultad para distinguir lo que ocurre en la vida real de la virtual, surge cuando se produce un uso descontrolado, repetido y obsesivo de los videojuegos que acaba produciendo una cierta desconexión de la realidad o incluso imitación de situaciones virtuales dentro de la vida real. Estas personas, van un poco de la mano con el sedentarismo tecnológico, en el que se perdía la comunicación. La falta de comunicación con el “exterior” les crea una sensación de estar en otra dimensión o realidad, de ahí que cometan diferentes locuras y barbaridades derivados de videojuegos violentos, como el asesinato.
Las tecnologías tienen un doble filo ya que el uso que hacemos de ellas dependerá de si se vuelven en nuestra contra o no. Repitiendo lo citado en mi primera entrada, “las tecnologías pueden liberarnos, pero también atarnos”. Mientras que nos permiten comunicarnos con quien sea, desde el lugar que sea con total libertad, también condicionan esa libertad. Antes, tenían que quedar en persona o como mucho por teléfono antes de salir de casa, de modo que el control sobre dónde o qué estaba haciendo la otra persona era prácticamente imposible. Sin embargo, ahora volviendo a las primeras palabras de esta entrada, es raro quien no ha recibido un mensaje como ese o que haya sido la propia persona que lo ha enviado. Hemos cogido la mala costumbre de utilizar las tecnologías para controlar donde estamos a cada momento, y de ahí que tengamos la necesidad de justificar por qué no hemos contestado a los mensajes o a la llamada.
Por último, la prueba de que las nuevas tecnologías interfieren en nuestra manera de comunicarnos es el Phubbing. El Phubbing es el uso abusivo del teléfono en presencia de otras personas, llegando a ignorar su propia presencia. En la actualidad ir a un restaurante y ver que casi todos lo comensales tienen el móvil encima de la mesa es frecuente, casi una costumbre. Pero también lo es mantener una conversación con alguien que no para de mirar el teléfono y que como no te hace caso le tienes que repetir las cosas porque no te ha escuchado. Esto provoca aislamiento a la persona afectada y sobre todo malestar por la fealdad del gesto.
Desde aquí, vuelvo a apelar a la responsabilidad del uso de las tecnologías y luchar contra los malos hábitos que hemos cogido, que nos incitan al control y a la pérdida de comunicación real entre nosotros.
Bibliografía:
https://canalsalud.imq.es/blog/enfermedades-tecnologicas
https://mejorconsalud.as.com/insomnio-tecnologico/