5.3- Ciberespacio, cibercultura y medios de comunicación.

Las figuras públicas. Dracukeo, el empalador. La culeo, un taladrador. Le meto el deo, dice por favor. La caliento, soy un radiador. Por ejemplo. Cada uno tiene sus gustos sobre las diferentes figuras públicas. Cada una se hace famosa por diferentes motivos, y ser una figura pública tiene sus inconvenientes y sus ventajas. Pero la entrada no trata sobre las figuras públicas, va sobre la gente que les sigue. Porque es obvio: una figura pública no sería nadie sin sus fans. Es decir, literalmente nadie. Su componente activo en la sociedad es ser el punto de unión de personas a las cuales les gusta lo que hace, haciendo que el término figura englobe a muchos tipos de personas: cantantes, actores, deportistas… o simplemente personas que son famosas porque sí o porque han hecho algo o actúan de forma que gusta o llama la atención de las personas.

El problema viene cuando los seguidores de estas personas se vuelven… intensos. En internet hay multitud de cuentas dedicadas a una persona o colectivo en específico. Un usuario o conjunto de usuarios en línea que sacrifican su propia identidad en línea para dedicársela a otra persona o marca (obviamente existen las conocidas multicuentas, lo que implica que una persona pueda tener su cuenta personal y una dedicada a una figura, pero igualmente me parece bastante extremo dedicar una cuenta entera y el tiempo que eso conlleva a otra cosa).

Haciendo una breve recapitulación, fanáticos han existido siempre. Personas que llevan la admiración hacia una persona a un punto extremo, casi de locura, hasta el punto de copiar expresiones, tener fotos de ellos en sus paredes… en definitiva, incluirlos de forma obsesiva en su vida diaria. No hay que confundir esto con un fan, no está mal tener la foto de alguien que admiras colgada en la pared de tu habitación, de fondo de pantalla en el móvil, o de perfil en las redes sociales (mi caso). El problema viene cuando la admiración a esa cosa se torna algo obsesivo. Eminem tiene una gran canción acompañada de un sublime videoclip donde expone este tipo de casos extremos, y donde también de paso clasifica a este tipo de fanáticos bajo un término: Stan (acrónimo entre “Stalker”: acechador, y “fan”):

Videoclip “Stan” de Eminem (Temazo, por cierto, Slim Shady no decepciona): https://www.youtube.com/watch?v=aSLZFdqwh7E

Estos Stan, como los nombraremos a partir de ahora, han ido evolucionando y adaptándose al mundo tecnológico en el que vivimos, por lo que ahora e-stán instalados en las redes sociales, entrando en el punto de donde surgió la idea para esta entrada y que, de paso, el algo que me toca mucho la moral: las cuentas en redes sociales dedicadas a famosos.

Vamos a ver: no digo que todas las personas que tengan una cuenta orientada a este tipo de contenido sean Stan, es decir, puede haber cuentas informativas sobre un equipo de fútbol, o una cuenta dedicada a algo en específico donde se comparta con otros usuarios con el mismo gusto su amor o pasión hacia eso, y yo no tengo ningún problema con eso. Yo sigo en Instagram a una cuenta informativa con toda la información relevante al Real Madrid. Y el administrador de la cuenta no es un Stan, ni de broma. Es un chico al que le apasiona el Real Madrid y se dedica a hacer memes y publicar información referente al Real Madrid a otras personas a las que también les gusta el Real Madrid. Y repito, está perfecto. El problema lo tengo con estas cuentas que suben constantemente cosas refrentes a una celebridad u organización, que no paran de decir durante todo el día lo maravilloso que es eso, y que se dedican a insultar a cualquiera que diga que esa cosa no le parece bien porque se toman los ataques hacia esa cosa como si cogieran a toda su familia, a cinco bebés, a diez cachorritos y a doce gatitos, y vinieran treinta albaneses con bates de béisbol con clavos en la punta y les dieran una paliza hasta que solo quedase una masa de carne ensangrentada y gimiente a la que, acto seguido, prenderían fuego. Yo sí considero a ese tipo de personas Stan. Para dejarlo más claro, voy a hacer una clasificación de los usuarios de internet respecto a este tema:

Clase 0: No hacen nada relacionado con este tema, usan las redes sociales de otra forma.

Clase 1: Siguen a la cosa en cuestión y alguna vez le hace mención, pero no le da mucha importancia.

Clase 2: Nombra a esa cosa en bastantes ocasiones. Suele tener algo relacionado con esa cosa en algún lado de su cuenta personal (Mi caso con mi nombre de usuario en Twitter: Steel-clad defense).

Clase 3: Cuenta dedicada íntegramente a esa cosa, pero de un modo saludable y controlado: solo muestra su ilusión por esa cosa.

Clase 4: Igual que la clase tres, pero llevado al extremo y al fanatismo. Entras en el perfil y piensas en obsesión y locura hacia esa cosa.

Llevando este caso a una perspectiva de género, el hecho de la admiración en sí es impersonal, debido a que lo que se puede admirar puede ser hombre, mujer, etc. Lo que no es impersonal es usarlo para atacar, o, mejor dicho, atacar a quien ataca a esa cosa que admiras de forma misándrica, homófoba, etc. Como decirle, por ejemplo, “cállate cacho guarra vete a fregar a la cocina” a una usuaria que haya dicho algo sobre esa cosa que se admira.

Lo más gracioso de esto es que, en la mayoría de los casos, a las personas defendidas les va a dar igual lo que digan o defiendan de ellos, porque la persona verá eso como una riña absurda entre dos (o varios) desconocidos y descerebrados en línea que no tienen nada mejor que hacer que insultarse entre ellos. Y si es una organización, ya ni te cuento lo poco que les debe importar.

Miren, yo también me emociono mucho con algunas cosas, al punto de apasionarme con ello y volverme un poco plasta. Me acabo de gastar de hecho 50€ en un Funko Pop descatalogado de un personaje de ficción que me encanta. Pero hay límites. Haber visto tantas cosas me ha enseñado que todas las obras tienen fallos, y que obsesionarse con algo no es nada saludable. Siempre tienen que existir límites, y se debe pensar que la persona que critica algo que te gusta tiene el mismo derecho que tú a hablar del tema y su punto de vista, y hay que saber escucharlo y aceptarlo, porque puede hacer que te des cuenta de cosas que tú no veías. Todos hemos tenido quince años, y hemos pensado que lo que nos gusta a nosotros es lo mejor y lo perfecto y que el mundo se equivoca si le ve algo malo. Pero hay que saber decir basta. Hay que saber controlarse y aceptar las opiniones de las otras personas, y aprender que no siempre vas a hacer la elección correcta, y mucho menos en la ficción. Esto me lo enseñó la edad y Neon Genesis Evangelion, ya que es indiscutiblemente la mejor obra de ficción en general de todos los tiempos, y ninguna puede estar a su altura.

😉.