4.3.- El documental. Tipos de documentales. El documental como documento cultural.

En esta última entrada del blog me apetecía hablar de uno de los temas que más me apasionan, la Segunda Guerra Mundial. Pero no quería hacerlo desde el punto de vista habitual del conflicto que ya todos conocemos. Así que estuve investigando un poco y encontré el documental El Rey de Canfranc, del cual voy a hablar en esta quinta entrada.

El documental, dirigido por José Antonio Blanco y Manuel Priede González, cuenta la historia de Albert Le Lay, un espía al servicio de la Resistencia francesa que se ocultaba bajo la normal apariencia del jefe de la aduana francesa en la estación de ferrocarril de Canfranc, punto estratégico de paso de mercancías entre España y Alemania.

Albert le Lay facilitó el paso de judíos, de resistentes franceses a quienes se quería enviar de manera obligada al ejército alemán, de republicanos españoles y de aquellas personas perseguidas por la Gestapo. También era el punto clave de una red que pasaba información a Francia antes de que fuera invadida y posteriormente se las ingenió para seguir enviando esa información a Inglaterra. En su red había gente como Lola y Pilar Pardo. Estas hermanas, a petición de Le Lay,  transportaron información hasta Zaragoza convirtiéndose en piezas clave para el desenlace de la guerra.

El documental está muy interesante y es fácil de ver, evoca sensaciones de riesgo y tensión de juego de espías propio de héroes de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo,  es cierto que cuando lo acabas da la sensación de que aún hay mucha información sin saber y otras historias por conocer. El documental se basa en testimonios de familiares de Le Lay, como su hija o su nieto, la propia Lola Pardo, quien se atrevió a contar su labor como espía después de tantos años, un miembro del cuerpo de carabineros, una refugiada alemana-judía,  y otros familiares de personas que formaron parte de aquello.  Le Lay nunca quiso contar su historia. Él decía que había hecho lo que cualquier persona hubiera hecho en su lugar y que no se consideraba ningún héroe por todo lo que hizo en la estación de Canfranc.

En 1904 España y Francia firmaron el convenio internacional para la culminación de Canfranc. Cuatro años más tarde comenzaron las obras del túnel de Somport y en 1912 se unieron las galerías francesa y española. La kilométrica estación se construye en tres años y más tarde, en 1928, la estación de Canfranc es inaugurada por el Rey Alfonso XIII y el presidente de la República francesa, Gaston Doumergue, entre otras personalidades.

La existencia por una parte del sistema ferroviario español y por otra con el sistema francés, que tienen que entrelazarse para ponerse en paralelo unos con otros, obliga a hacer una estación enormemente larga. La estación tenía que ser tan larga que permitiera tener unos andenes con una longitud suficiente para que cupieran dos trenes, uno detrás del otro.

En la Segunda Guerra Mundial la estación se convirtió, con Albert le Lay al mando, en una de las claves del conflicto. Por aquella kilométrica estación, que estaba perfectamente construida para protegerse de los ataques aéreos, se transportaba el wolframio y el oro entre Franco y Hitler, y, paradójicamente,  también fue un lugar que permitió el paso de la frontera a refugiados judíos y otras víctimas del ejército nazi.

Le Lay llegó a Canfranc en 1940 y no podía soportar la idea de una Francia invadida. Junto a él hubo otros que formaban la resistencia francesa. Louis de La Bardonnie, en el centro del país, construyó los primeros cimientos de aquella resistencia. El gobierno francés en el exilio envió al coronel Remy para poner orden y ser el jefe de la resistencia francesa. Jacques Pigeonneaeu fue el primer colaborador de esta red y quien contactó con Albert Le Lay para avisarle de que Remy pasaría por Canfranc. Le Lay ayudó al coronel a pasar por la aduana la primera radio y así conseguir comunicación entre los aliados y la resistencia. Desde ese momento Albert Le Lay pasó a formar parte de la red y se convirtió en el enlace para transportar los correos. La casa de un dentista, Doctor Rochas en la ciudad de Pau era donde Le Lay recibía los correos que el pasaba por la frontera española.

La línea era la siguiente: Le Lay recogía los correos cifrados por Remy y sus agentes en la casa del dentista, los pasaba por la frontera y se los trasmitía a Pigeonneau quien los enviaba a través de la embajada a Londres. Sin embargo, con la llegada de la radio eso cambió. Le Lay fue quien introdujo las emisoras. Remy disponía de muchas emisoras repartidas por Francia lo que hacía que los alemanes no supieran quien hacia qué. Al final los alemanes acabaron sabiéndolo y la red lo pagó caro.

La Gestapo identificó a Albert Le Lay y éste tuvo que marcharse del que fue su hogar, aquella estación que nunca abandonaba. Una llamada le informó que la Gestapo iba a ir a por él. Le Lay marchó por la vía con su familia, pasaron por los túneles y después dejaron la vía para evitar a la guardia civil. Cuando la Gestapo llega a Canfranc vieron que Le Lay ya no estaba. Una vez dejada la vía Le Lay y su familia cogieron un coche que los llevó a Jaca y de ahí marcharon a Zaragoza. En Madrid Le Lay es consciente del precio que paga la Gestapo a las autoridades españolas por su captura. Intenta contactar con la embajada francesa, pero le deja de lado, sin embargo, la inglesa sí que le ofrece una ayuda. Un coche les traslada a Sevilla y tras 21 días allí, marcha hasta Algeciras donde coge un barco hasta Argel, lugar en el que a pesar de sentirse vigilado por los alemanes estaba a salvo.

En 1944 Le Lay tuvo la instrucción de ir a París lo más pronto posible y, tras un largo viaje donde tuvo que esconderse y arriesgar su vida para no ser pillado por los alemanes, llega a París donde recibió el encargo de reorganizar el Ministerio de Economía. Pero Albert Le Lay no quiso tener ningún tipo de reconocimiento.

Él solo quiso volver a Canfranc con su familia, donde intentó reanudar la estación de Canfranc. Le Lay quería que su hogar, su estación, fuera usada como lugar de paso de viajeros y mercancías, motivo real por el que fue construida la estación.

Sin embargo, por culpa de la guerra este sueño de le Lay nunca llegó a cumplirse y el tráfico ferroviario siguió de manera muy irregular hasta que se suspendió en su totalidad en 1970, tras la rotura del puente de L’Estanguet en el lado francés. A pesar de esto, el tren sigue llegando cada día hasta Canfranc, siendo este un pequeño homenaje para el héroe francés. Albert Le Lay fue un héroe desconocido que salvó la vida de miles de personas en medio de la mayor masacre de la historia de la humanidad, arriesgando su vida y la de su familia.

Bibliografía:

Blanco, J.A. y Priede González, M. (2013). El Rey de Canfranc. [Documental]. RTVE.