1.1 Historia y evolución de los medios audiovisuales

Cualquier obra de arte es un retrato de la realidad de su época. Francisco José de Goya y Lucientes (1746-1828) fue uno de los artistas españoles más reconocidos de su generación, con una prolífera obra que incluye más de 2000 ejemplares. Obra en la que recoge desde retratos de los más ilustres personajes del país, hasta sus famosos grabados.

El conocido como “pintor de la Corte” retrata así su España, una España plagada de vicios y manejada por un poder corrupto. Goya fue un artista de su época, que reflejaba claramente las diferentes etapas de su vida en sus pinturas, retratando a su vez las formas de la sociedad española de finales del siglo XVIII y principios del XIX.

El periodismo en sí no consiste más que en eso, en retratar un hecho concreto de la forma más objetiva posible y él se encargó de hacerlo sobre papel y lienzo. Hizo su misión representar los horrores de la guerra desde esa perspectiva objetiva, alejándose del heroísmo o el patriotismo con el que otros artistas solían tratar los temas bélicos. Su mirada crítica en Desastres de la guerra se traslada desde el siglo XIX al XXI sin dificultades, lo que ha hecho que, siglos después, sus grabados se encuentren colgados en exposiciones relacionadas con la fotografía bélica dentro del periodismo y se le otorgase el título de “primer fotógrafo de guerra”.

En estos grabados mostraba repugnancia hacia la brutalidad. Los dibujos referentes a la guerra no hablan de hazañas militares, sino de sus consecuencias sobre la población: los éxodos, los saqueos, el hambre… todos en contra de la violencia que trajo consigo la Guerra de la Independencia. La mujer sigue siendo víctima de violaciones y humillaciones perpetradas por los militares, pero también se le confiere tintes de heroísmo, luchando como una guerrillera valerosa. Ellas son las únicas que salen bien paradas de estos grabados, en los que el hombre es origen y causa de todos los males de la humanidad.

El pintor aragonés representó la violencia machista a lo largo de su obra: hay mujeres golpeadas por sus maridos o vendidas por sus padres en matrimonios forzados. En el boceto preliminar de uno de sus caprichos, titulado ¡Qué sacrificio!, plantea el conflicto de la autoridad paterna: “El vil interés obliga a los padres a sacrificar una hija joven y hermosa casándola con un viejo jorobado, y no falta un cura que apadrine semejantes bodas”.

«No creo que haya otro artista contemporáneo que haya abordado la violencia contra la mujer o las desigualdades sociales como lo hizo Goya hace 200 años», señala el director del Museo del Prado, Miguel Falomir, responsable de numerosas exposiciones del artista aragonés..

El artista inmortaliza en sus grabados a mujeres como la torera La Pajuelera, valientes como Agustina de Aragón, mujeres solidarias y luchadoras. También a víctimas de una sociedad misógina e hipócrita.

Cada escena de Goya es un relato complejo, aunque los títulos marquen un tema dominante, existen derivaciones secundarias, textos en ocasiones ambiguos, abiertos a la interpretación del público. Critica desde la razón y en ocasiones desde el absurdo, con un foco concreto sobre la nobleza y el clero.

En los Caprichos, una sátira concebida para combatir los vicios y los absurdos de la conducta humana, la mitad de las 80 estampas tienen como protagonistas a mujeres. No solo en situaciones cotidianas sino como víctimas de la violencia masculina denigradas por la prostitución.

La Europa ilustrada veía la prostitución como algo que no debía prohibirse, sino más bien tender hacia un control que no hiciera peligrar el orden ni la salud pública. Goya se mostró muy crítico con esta práctica que las mujeres a menudo la ejercían en contra de su voluntad.

La tipología pictórica y retratista sobre la mujer está presente en toda su producción artística. Alejadas de su concepción como musa del primer tercio del siglo XIX, es representada en situaciones del día a día, como un elemento activo de la sociedad. Tienen expresiones y sentimientos que no vemos en los personajes masculinos. A ellas las hace dueñas de una sensibilidad especial, les otorga matices mucho más complejos que la brutalidad que sobresalen en los rostros masculinos. Representa a la negatividad con un personaje masculino mientras que a la mujer la exhibe con fortaleza y a su vez con sensibilidad. Su figura femenina es casi siempre una simple espectadora juiciosa.

Goya presenta a las mujeres como vulnerables, pero también critica claramente su posición dentro de la sociedad de la época.