1.1.- Historia y evolución de los medios audiovisuales (segunda mitad del S.XX y S.XXI) 

 Si no has bailado alrededor de una farola, o has cantado “i’m siiiinging in the rain” en algún momento de tu vida, lo más probable es que no entiendas sobre la integración del sonido en el mundo del cine o que no tengas infancia. 

 La película musical dirigida por Gene Kelly y Stanley Donen, de 1952, sigue presente hoy en día en la cultura popular y estudios universitarios, sobre todo en estudiantes de comunicación audiovisual. No solo por la iconicidad de la película, sus majestuosas escenas o su banda sonora, sino por la trama en sí, que hace referencia a uno de los momentos más icónicos en la historia del cine: la integración del sonido. 

La película trata sobre Don Lockwood, una romántica estrella de cine mudo, que emplea sudor y lágrimas para llegar hasta el culmen de Hollywood. El artista comienza a compartir pantalla con otra estrella, Lina Lamont y ambos se convierten en la pareja de moda de los estudios cinematográficos. Paralelamente, llega a la industria el cine sonoro y el público reclama de ambos reconvertir la película de Lockwood en un musical, lo cual resulta en un sinfín de problemas y ocurrencias debido a la pésima voz de Lina. 

En tiempos de autotune y playback esto nos parece un problema menor, fácilmente corregible con cualquier software o plugin, pero para comprender la importancia del problema debemos remontarnos a la época de estas estrellas hollywoodienses. 

El inventor y empresario Thomas Alba Edison se encargaba del desarrollo del kinetoscopio, un sistema de visionado rápido. Este invento fue refundido acto después en el kinetófono en 1895. El invento unificaba imagen y sonido, mezclando la película del kinetoscopio con el sonido del fonógrafo. Dickson, el inventor que colaboraba con Edison en este proyecto fue dejando de lado el invento y la llegada del cinematógrafo de los hermanos Lumiére resultaron en el fracaso final del aparato.

 Persistían dos problemas: 

  • Sincronización: imágenes y sonido se grababan y reproducían distintivamente, era difícil mantener la sincronización de ambos. La tecnología de la imagen se desarrolló mucho más rápido y funcional que el sonido, por tanto, las audiencias y localizaciones crecían e impedían que el sonido llegase de manera óptima a todos los rincones de los grandes auditorios. 
  • Fidelidad de grabación: Los artistas debían estar colocados directamente en frente de los equipos de grabación y a pesar de estar lo mejor ubicados posibles, el sonido seguía siendo de muy baja calidad. 

Como para todos los problemas, cada uno intentó aportar su granito de arena y había opiniones a favor y en contra. Cuando en una de las primeras escenas de la película, vemos una demostración expuesta de sonido sincronizado, la opinión pública difiere, pero la gran mayoría afirma “Es una vulgaridad” “Dudo que se utilice, la Warner Bros está rodando una película con ese sistema, El Cantor de Jazz, perderán hasta la camisa” Este último comentario es además fidedigno a la realidad, salvo por el último punto. El Cantor de Jazz fue el primer largometraje comercial con sonido sincronizado, pero es considerada cultural, histórica y estéticamente significativa, además de haber recaudado desde su estreno 7,6 millones de dólares, iniciándose con un presupuesto de 422,000. 

El sonido también afectó a los productores. La película de cine mudo en la cual lleva trabajando nuestro protagonista tanto tiempo debe cambiar sus formas, debido al éxito del Cantor de Jazz. Ahora está debe grabarse con sonido, implicando todo el material técnico que deberían integrar ahora al film. Micrófonos, sonorización, sonidos especiales, sonido ambiente, foley, etc… 

Esto solo en cuanto a material técnico se refiere. Los problemas humanos son quizás lo más divertido y representativo de Cantando bajo la lluvia. ¿Dónde se debería de colocar un micrófono? Porque está claro que nosotros como estudiantes de Comunicación Audiovisual lo tenemos muy claro, pero los primeros intentos fueron un completo desastre. No saber que micrófono usar para cada ocasión, el pobre microfonista encargado de sujetar un palo que no debe verse en escena, el colocar micrófonos de corbata o lavalliers en vestidos y trajes pomposos, la poca experiencia de los actores en cuanto a hablarle al cuello de sus camisas se refiere… 

Había voces que no estaban listas para el cine. Lina Lamount, nuestra co-protagonista, tiene una de las voces más tediosas que he escuchado jamás en una película. Aunque resulte cómico e irónico, muchos actores perdieron sus puestos de trabajo debido a esto. De hecho, jamás llegamos a escuchar, por ejemplo, la voz de Charles Chaplin. Fue uno de los actores más negados al uso del sonido en el cine. Me gustaría pensar que el motivo era una voz de pito espantosa de la cual se avergonzaba, aunque nunca lo sabremos. 

Por último, pero no menos importante, tenemos que contar las dificultades técnicas. Como bien os he mencionado anteriormente, la solución a la infraestructura del sonido en el cine fue integrarlo en las bandas de la imagen, es decir, en el propio carrete. Decirlo suena sencillo e incluso nos lo podemos imaginar, pero ponerlo en práctica por primera vez fue un dolor de cabeza para los montadores que aún operaban con fixo y pegamento aquellos carretes. En la película se refleja en el momento exacto en el cual el preestreno de nuestra película acaba siendo un fracaso debido, tanto al pésimo montaje que está contiene, con cambios y transiciones que ni el público, ni el propio director entendían y a la descoordinación de lo mostrado y lo escuchado. 

La solución final de nuestros protagonistas en Cantando bajo la lluvia es convertir todo el film en un musical para poder ser salvado. Aunque hayamos enumerado bastantes problemas reflejados en la película, hay muchos otros que pasan por desapercibido. Como es lógico, la película no trata de indagar única y exclusivamente en la inclusión del sonido al cine, también se desarrolla una historia de amor entre medias de todo este jaleo. 

La distribución y difusión del cine fue otro contratiempo para la industria. Todo el mundo entendía los gestos, las expresiones fáciles o los intertítulos con onomatopeyas (a pesar de las evidentes diferencias culturales) pero con el idioma se interponía una barrera aún mayor. No solo se debía de grabar una película con su idioma nativo, ahora para que esta triunfase debía de doblarse en otros idiomas o ser subtitulada si la compañía pretendía ganar dinero con su difusión. 

También cambió el storytelling. Había planos que dejaban de ser necesarios. Abundantes imágenes explicativas y metafóricas fueron sustituidas en su mayoría por la voz en off. Esto incluye también las sobreactuaciones de los actores tratando de enseñar o describir al publico como se sentían acerca de algo. Ya no era necesario pues con su voz y ruidos se entendía todo a la perfección. 

La última de estas cuestiones fue la integración del silencio. Paradójicamente, la integración del sonido descubrió a los directores y guionistas que “quien calla otorga” y que el suspiro, el susurro o el gemido podían a veces transmitir más que las palabras.

El actor Gene Kelly representando a Don Lockwood en la escena más icónica de «Cantando bajo la lluvia»

 

En conclusión, Cantando bajo la lluvia es considerada una de las mejores, sino la mejor, película musical. Completamente merecida, pues no solo entretiene, también educa y representa (en su medida) como fue para el mundo del cine la llegada de la palabra que le da a día de hoy nombre a mi carrera: AUDIO-VISUAL