Epígrafe: 2.4. La televisión en España durante la transición y la democracia.

España sostuvo durante 40 años una dictadura como forma de gobierno. Este hecho tuvo graves consecuencias en la educación y el desarrollo del pensamiento de la población, condicionado por unos valores que sustentaban el patriarcado como organización de la sociedad, en la que la mujer era tratada como “objeto”, sin voz, ni voto, completamente subordinada al hombre y a sus necesidades. Por lo que, durante este período a las mujeres, educadas en la sección femenina, se les enseñaba cómo desempeñar tareas domésticas de todo tipo, como cocinar, coser, planchar, limpiar y cómo ser una buena esposa y madre, todo relacionado con los cuidados tanto del hogar, como de los hijos y el marido.

En la otra cara social, los hombres eran educados para llevar el sustento económico a casa y prepararse para la guerra. A su vez, toda la educación estaba controlada por la iglesia y los miedos y la represión que imponía en las formas de actuar y los pensamientos de los españoles y españolas. A consecuencia, se reafirmaron las identidades masculinas y femeninas completamente diferenciadas y desiguales, el “cómo debía ser una mujer” y “cómo debía ser un hombre”.

Sin embargo, tras el fin de la dictadura franquista con la muerte del generalísimo en 1975 y la entrada a la democracia con la Constitución de 1978, en España se inició una etapa de apertura en cuanto a libertades y derechos de los ciudadanos, que antes habían sido cuartados. Aunque, en la carta magna, solo aparece dos veces la palabra “mujer”. En el artículo 32, en el que se enuncia el derecho a contraer matrimonio y el artículo 57 donde se establece la prelación del hombre sobre la mujer en el acceso a la jefatura del Estado. Sin embargo, es en el artículo 14 donde se pronuncia explícitamente el principio de igualdad entre hombres y mujeres. Este artículo se complementa con el 35 que enuncia el derecho al trabajo, a la remuneración y a la promoción, con expresa interdicción de la discriminación por razón de sexo.

Aunque estas medidas hoy en día puedan resultar vagas e insuficientes, es cierto que echando la vista atrás era un cambio muy importante para la sociedad. Entre 1975 y 1990 se consiguieron grandes avances legislativo en favor de la mujer con un punto de vista igualitario. La ley del aborto, que permitía a las mujeres capacidad de decisión sobre si ser madres o no, ya que influye directamente en sus cuerpos. La ley del divorcio porque el “amor para siempre” y “contra viento y marea” puede llegar a ser muy perjudicial. El control de la natalidad y la libertad sexual, y el acceso a estudios superiores, profesiones y tener carnet de conducir, hechos que incorporaban a las mujeres en la esfera pública, además de otorgarle bienes como un coche y carnet para conducirlo y tener metas propias para aspirar a un puesto de trabajo, les abre el mundo de lo considerado “de hombres”, sin embargo, continúan ocupándose de las tareas del hogar.

Los grandes avances conseguidos en la década de los 80, hicieron parecer que la igualdad ya se había conseguido, pero muy lejos de la realidad, porque no era una igualdad efectiva, solo una igualdad jurídica-teórica, pero el día a día estaba empapado de machismo.

 

Sin embargo, en 1997 en el programa De tarde en tarde de Canal Sur presentado por Irma Soriano, apareció Ana Orantes, una mujer anónima que se atrevió a contar que había sufrido violencia de género durante los 40 años de matrimonio con José Parejo Avivar, aunque en ese momento estaban separados desde hacía dos años. 13 días después de dar su testimonio, su marido la roció con gasolina y la quemó viva en el jardín de su casa. Ella tenía 60 años. Antes de eso, ella le había denunciado hasta en 15 ocasiones. Finalmente, fue condenado a 17 años de prisión y murió en 2004 por un infarto. Esta historia, para la conciencia social, fue un antes y un después para que se reavivara el tema de la violencia de género. En 1999 el Gobierno reformó el Código Penal y estableció órdenes de alejamiento y empezó a considerar la violencia psicológica como un delito. Más adelante, se aprobaron con leyes que supusieron un gran paso como la Ley Integral contra la Violencia de Género de 2004 y la Ley para la Igualdad Efectiva entre Hombres y Mujeres.

Otro caso que causó mucho revuelo fue la historia de Nevenka Fernández. En septiembre del 2000 ella trabajaba en el Partido Popular del ayuntamiento de Ponferrada, hasta que pidió la baja por depresión y se marchó a Madrid.  Denunció a su exnovio Ismael Álvarez que, en aquella época, era el alcalde de Ponferrada por acoso sexual y laboral. Cuando se supo la condena Ismael Álvarez dimitió de su cargo político, aunque recibió la pena mínima. Fue condenado por el Tribunal Superior de Castilla y León a nueve meses de cárcel, una multa de 6.480 euros y una indemnización a la víctima de 12.000 euros por acoso sexual.

Sin embargo, después de la denuncia no pudo encontrar trabajo y se fue a Londres. Por su parte, Ismael se presentó en 2011 a las elecciones de nuevo y fue la tercera fuerza política más votada.  20 años después ha protagonizado un documental para Netflix sobre el acoso sexual que sufrió por Ismael Álvarez. Aún sin saberlo, se convirtió en la primera mujer española en denunciar un Me tooal llevar a juicio al alcalde, persona reconocida y respetada en el pueblo.

A partir de ahí muchas mujeres se atrevieron a contar su historia públicamente en televisión. En 2001 Carmina Ordoñez, denunció a su marido Ernesto Neyra. En el momento de la denuncia ella presentaba signos visibles de violencia física, pero el juez no le hizo caso por lo que acudió al programa Crónicas Marcianas. Por ello, fue criticada por porque la gente decía que quería ‘llamar la atención’. En 2004 fue hallada muerta en la bañera de su domicilio.

Dando un salto en el tiempo, en 2014, el canal privado de televisión Telecinco, emitió un programa llamado Amores que duelen, en el que recreaba casos reales de violencia de género incluyendo testimonios de las víctimas y sus familiares. El programa ayudó a dar voz a las mujeres anónimas que vivían en este tipo de dinámicas y ayudó a mostrar cómo pensaban ellas, cómo lo vivieron y sobre todo cómo lo superaron, sirviendo de ejemplo para otras mujeres que puedan identificar y reconocerse en las historias que se narran.

EL último caso más popular, de la misma Telecinco, es el documental de Rocío Carrasco: Rocío, contar la verdad para seguir viva. Se emitió en 2021 batiendo récords de audiencia. En él cuenta el maltrato que sufrió por parte de su exmarido Antonio David Flores, a lo largo de 12 episodios. Él fue denunciado, aunque el juicio no fue a más por falta de pruebas. En él también se expone la relación que tiene con sus hijos y las consecuencias psicológicas que ha supuesto para ella aquellos años. A causa de la emisión de este documental, Telecinco canceló el contrato que tenía con Antonio David como tertuliano en alguno de sus programas. Esta historia abrió un largo debate alrededor de la credibilidad de las víctimas, la responsabilidad de los medios y la espectacularización de los malos tratos.

Desde mi perspectiva, tengo dos visiones que se contraponen. Por una parte, considero que la televisión ha sido una herramienta muy potente para denunciar los casos de violencia de género por la cantidad de gente a la que puede llegar, pero también opino que la televisión es una empresa y se lucra de los maltratos, ya que puede resultar escandaloso y morboso para la gente, por lo que los comercializan para ganar dinero. He elegido este tema porque considero que este tipo de programación ha supuesto un ante y un despuésen la lucha contra las violencias de género ya que la televisión aunque ahora menos, continúa siendo un medio de masas y puede resultar un medio de difusión muy interesante, siempre que se trate desde la ética y el respeto.