2.5.- Industria de entretenimiento y medio de información

Alina Pash renunció a representar a Ucrania en Eurovisión 2022 por motivos políticos // UA-PBC

La reciente invasión de Ucrania que está llevando a cabo el gobierno de Vladimir Putin en nombre de Rusia está, como no puede ser de otra manera, en el orden del día. Se actualizan las informaciones prácticamente a tiempo real, pues se trata del primer conflicto bélico europeo a gran escala que se desarrolla en nuestros tiempos, en la era de la información. Lo cierto es que un conflicto de tal magnitud llega más allá de implicaciones geopolíticas, ha alcanzado incluso al show de televisión más visto cada año en el viejo continente.

El pasado viernes, un día después del inicio del conflicto, Unión Europea de Radiofusión (UER), EBU (European Broadcasting Union) en inglés, anunció en un comunicado la expulsión de Rusia para el próximo Festival de Eurovisión que se celebrará en Turín el próximo mes de mayo, debido a la “crisis ucraniana”.  Al poco tiempo, el alto representante de la Unión Europea, Josep Borrell, habló de la decisión, dejando ver la importancia del asunto. Más allá de que sea un concurso de canciones, y me van a permitir decir lo que pienso, la expulsión va más allá, con esta decisión la UER cierra a Rusia una de sus más visibles ventanas para blanquear al gobierno del país.

Sólo 24 horas después, el organismo público ruso, que incluye el canal de televisión Channel One y la emisora de radio House Ostankino, anunció su salida voluntaria de la UER, como ya ocurrió el pasado año con la televisión bielorrusa.

Cronología de las hostilidades

Eurovisión siempre ha cerrado la puerta a cualquier indicio de propaganda política, aunque prácticamente desde la entrada de Ucrania en el festival el año 2003 los dos países han trasladado sus tensiones y hostilidades al concurso televisivo, algunas veces con cierto disimulo y otras directamente sin ningún tapujo.

En el año 2007 Ucrania se presentó al festival con la canción “Dancing Lasha Tumbai”, interpretada por el actor Andriy Danilko en el papel de Verka Serduchka, un personaje que llegó al mundo eurovisivo para quedarse, ya que aún hoy en día es una figura muy querida por los amantes del festival. La canción tenía parte de la letra en un idioma inventado, y la fonética del título dejaba entrever un sutil “Russia goodbye”, lo que provocó cierta controversia en su momento.

Un año después Dima Bilan daba a Rusia su primera y hasta el momento única victoria en Eurovisión, lo que significaba que en 2009 el festival viajaba a Rusia. A pesar de las tensiones Ucrania tuvo representación en Moscú, incluso repartiéndose puntos mutuamente, algo que en los últimos diez años era absolutamente impensable. El país que no tuvo representación aquel año fue Georgia, que también ha tenido sus más y sus menos con la madre Rusia. Esa edición el país caucásico decidió enviar una canción titulada “We don’t wanna put in”. Eurovisión obligó al país a cambiar de canción, pues quedaba patente la crítica al máximo mandatario ruso, aunque el grupo se negó y Georgia acabó retirándose de aquella edición.

Aumentan las tensiones

En marzo del año 2014 Rusia ocupó las zonas de Crimea y Sebastopol, quedando estas anexionadas al territorio ruso. En el festival de ese año las representantes del país fueron abucheadas por el público, y la escalada de tensiones culminó con la retirada de Ucrania del festival el año 2015 debido a la situación política, económica y militar de la nación.

En su regreso, Ucrania consiguió el segundo triunfo de su historia con una canción con gran carga política. La cantante Jamala consiguió el micrófono de cristal del año 2016 con su canción “1944”, un tema en tártaro e inglés en el que cuenta la deportación de los tártaros de la zona de Crimea que llevó a cabo Stalin durante la Segunda Guerra Mundial. Según la intérprete en la canción se cuenta su historia personal, aunque si echamos un vistazo a la letra podríamos pensar que se refiere a este genocidio en el que murieron más de 40.000 tártaros.

La victoria de Jamala devolvió el festival a Kiev. Para aquella edición Rusia seleccionó a la cantante Yulia Samoylova, con la canción “Flame is burning”, aunque no llegó a participar debido al veto impuesto por el gobierno ucraniano al conocer que Samoylova había dado un concierto en Crimea tras su anexión a Rusia. La UER trató de mediar para que la artista participara desde un plató en Moscú, pero desde el organismo público ucraniano se negaron.

Algo parecido ocurrió en 2019 cuando la cantante Maruv ganó la preselección para representar a Ucrania en Tel-Aviv. La artista formaba parte de una lista negra del gobierno ucraniano donde figuraban artistas que habían dado conciertos en territorio ruso, lo que añadido a la imposición de cancelar sus próximos conciertos en el país de los Urales terminó con la retirada del país del festival. En la gala en la que Maruv se hizo con la victoria se pudo presenciar un momento muy controvertido. Jamala, que era una de las integrantes del jurado, preguntó a Maruv si Crimea era Ucrania, a lo que la cantante, incómoda, respondió con un tímido “yes”.

Tres años después se repite la historia

Hace tan solo unas semanas el episodio de Maruv vivió una segunda parte, esta vez protagonizado por Alina Pash, ganadora de la preselección ucraniana y por lo tanto poseedora del pasaporte a Turín. Unos días después de su victoria la televisión ucraniana publicó un documento falso de la propia Alina en el que figuraba que la artista había pasado a Crimea desde territorio ucraniano. En esta ocasión, quizás pensando en lo que pasaría, fue la propia artista la que retiró su candidatura, en cuya canción hablaba también de sus ancestros, aunque en un tono menos político que Jamala. El testigo de Alina lo tomó el grupo Kalush Orchestra, que de momento portará la bandera ucraniana en Turín, aunque viendo cómo está la situación en este momento, sería muy osado dar por segura la presencia del país en el festival del próximo mes de mayo.

Otros casos conflictivos

Lo cierto es que el conflicto entre Rusia y Ucrania no es el único que se ha extrapolado a la televisión. La pasada edición, Armenia anunció su retirada a causa del conflicto de Nagorno Karabaj, una disputa con su país vecino, Azerbaiyán, que se remonta a comienzos del siglo XX. Las tensiones entre ambos países han sido siempre visibles en Eurovisión. Sin ir más lejos, la edición de 2012, celebrada en territorio azerí, tampoco pudo contar con representación armenia.

Otro conflicto que tiene diversas escaladas en las tensiones es el de Palestina e Israel. Son muchos los que piden desde hace años la expulsión del país judío del festival debido a los constantes ataques militares en la franja de Gaza, aunque al respecto de este conflicto la UER parece hacer oídos sordos.

Nos remontamos ahora al siglo XX, cuando la antigua Yugoslavia concursaba aún en el festival. El país concursó en la edición de 1992 con el conflicto ya iniciado, y a partir de 1993 empezaron a concursar algunos países ya independizados como Croacia, Bosnia o Eslovenia.

Conclusión

La decisión de expulsar a Rusia del festival de Eurovisión puede parecer ahora mismo una nimiedad debido a la magnitud del conflicto bélico que estamos viviendo en Europa con la invasión del gobierno de Putin a Ucrania. Lo cierto es que, durante años, Rusia ha utilizado el escaparate de Eurovisión para blanquear su imagen con respecto a asuntos como la homofobia. La hipocresía rusa ha sido visible en casos como 2015, edición en la que, meses después de usurpar Crimea, se presentaban al certamen con una canción pacifista. El pasado 2021 se tomó la -acertada- decisión de expulsar a Bielorrusia, el país satélite de Putin presidido por Lukashenko. En esta ocasión la UER ha dado un paso más, respondiendo a algunos de sus integrantes como las televisiones de Suecia o Noruega, que reclamaron su expulsión desde el mismo día del inicio de la invasión, o las de Finlandia y Estonia, quienes anunciaron que se retirarían del certamen en el caso de que Rusia estuviera presente.