1.3 La aplicación de la perspectiva de género a los medios audiovisuales

La female gaze o mirada femenina es un término teórico del cine feminista que hace referencia a la perspectiva que una cienasta (ya sea guionista, directora o productora) aporta a una película.

La escritora y periodista Tori Telfer la describió en 2018 como una forma emocional e íntima de ver a los personajes, mostrándolos tal y como son y buscando empatizar con ellos en lugar de objetivizarlos.

Es un término que surge en contraposición a la male gaze o mirada masculina, que se conoce así desde que en 1975 la teórica del cine Laura Mulvey acuñó el termino para referirse a la forma que tenían las historias de ser contadas siempre desde una perspectiva hetero-patriarcal. En estas historias, lo masculino era relacionado con lo activo y lo femenino con lo pasivo, con la única función de ser un objeto sexual observado y deseado por el hombre heterosexual, con una limitidada importancia dentro de la narrativa. De acuerdo con la male gaze, el resto de personajes existen principalmente para servirle a él, a sus intereses y su historia. Incluso cuando los cineastas intentan evitar esa mirada tildando a sus personajes femeninos de “empoderadas” con un trasfondo más complejo, siguen cayendo en el arquetipo de mujer sin personalidad, defectos, ni profundidad. Básicamente, cumple todos los puntos de la lista de atributos que la gente entiende como “feministas” de la forma más superficial posible, olvidándose de todo lo demás. Refleja la visión que tiene el hombre hetero-patriarcal de lo que son la vida y las aspiraciones de una mujer desde su mirada más frívola y hueca, por no hablar de los escritores cuya obsesión con detallar cada minúsculo detalle de la apariencia de las mujeres, en ocasiones de una forma tan bizarra e incómoda que me hace preguntarme si es que alguna vez han estado en contacto con una mujer.

Al igual que el feminismo no es lo contrario que el machismo, la mirada femenina no consiste en la objetivización del hombre afirmando el dominio femenino en la pantalla, sino que trata de hacer que la audiencia sienta lo que en teoría las mujeres ven y experimentan.

Pero esto no afecta solo al personaje femenino, sino también al acercamiento que tienen tanto hombres como mujeres a la hora de escribir personajes masculinos y la brecha entre ambos. La mirada femenina pinta a sus protagonistas masculinos como personas sensibles, empáticos, y feministas, lejos de la masculinidad tóxica con la que se ha educado a los hombres hasta hoy en día. Abraza la complejidad de cada individuo sin importar su sexo ni su género, creando personajes completos con sentimientos, emociones y pensamientos propios. En definitiva, busca destruir los patrones y reglas impuestas por la cultura patriarcal, teniendo en cuenta que también hay mujeres que caen en el uso de ese arquetipo unidimensional.

Según esta visión, las mujeres no son las criaturas perfectas, inocentes y portadoras de la moral, y tampoco femmes fatales; son… gente.

Teniendo esto en cuenta podríamos decir que mientras una encasilla y sexualiza, la otra trata de acercarse a los temas de la forma más humana posible, teniendo en cuenta todas las facetas que puede presentar un personaje. Una la encuentras en esa escena de Euphoria en la que no paras de preguntarte cuál es la necesidad de que el personaje de Cassie esté tan hipersexualizado (sobre todo teniendo en cuenta que se supone que el personaje es una chica adolescente), y el otro caso es el que te encuentras en la escena de Fleabag en la que el cura se pone a saltar porque le tiene un miedo inexplicable a los zorros y piensa que en cualquier momento le va a atacar uno.

A lo largo de la historia se han escrito cantidad de historias y personajes que integran lo que ahora conocemos como female gaze, y como estamos a 6 de marzo y me gustaría empezar la semana del día internacional de la mujer en un tono positivo, en lugar de criticar lo que se ha hecho mal durante siglos, vamos a comentar algunos de esos buenos ejemplos.

Empezamos con clásicos de la literatura con personajes femeninos fuertes (de forma realista) cuyas historias han sido posteriormente adaptadas al cine. Elisabeth Bennet (Orgullo y prejuicio, 1813) es inteligente, leal, e ingeniosa. Tiene cualidades humanas, comete errores y aprende de ellos. Mujercitas (1863) nos presenta un abanico de mujeres, todas muy diferentes entre ellas respecto a carácter y objetivos en la vida. Ninguna de ellas es un modelo a seguir ni lo pretende, pero todas son personajes fuertes y reales, con deseos, necesidades y defectos. En 1963 Sylvia Plath escribiría The Bell Jar, una historia sobre las dinámicas de poder y control, los dobles estándares con respecto al género, y la búsqueda de la identidad propia; y más tarde en 1982 Alice Walker contaría en El color púrpura la historia de Celia, una adolescente negra nacida entre la pobreza y el abuso que lucha por reconciliarse consigo misma y con su pasado. En el año 2000, Marjane Satrapi publicó Persépolis, la historia de una joven que crece en una Irán bajo el poder de los fundamentalistas islámicos con todo lo que eso conlleva.

Vemos poco a poco como esta deja de ser una industria por y para hombres, dando paso a creadoras como Michaela Coel, Phoebe Waller-Bridge o Issa Rae, una generación de mujeres que, además de escribir historias con personajes redondos, los interpretan. Historias con personajes tan reales que el written by a woman (escrito por una mujer) ha pasado a ser un título que ondear al aire con orgullo y que implica que has conseguido que el público empatice y coja cariño a los personajes.