1.2 El enfoque cultural aplicado a los medios audiovisuales y su contextualización histórica

Las series son un reflejo de la sociedad y al mismo tiempo ayudan a construirla. Son un reflejo en su forma de adoptar elementos que vivimos en nuestro día a día y utilizarlos para narrar historias; y ayudan a construirla en el sentido en que los mismos productos audiovisuales influyen en la forma de entender nuestra propia realidad.

Para hablar de la concepción de la mujer musulmana en televisión desde el arquetipo de personaje hueco, no hace falta irse a las típicas (norte)americandas, en España también tenemos ejemplos excelentes. A lo largo de la historia de las series españolas, la representación de la mujer musulmana siempre se ha reducido a un personaje sin gran relevancia, cuya trama gira entorno a su condición de musulmana de forma estereotipada, buscando la broma fácil, o pintando la religión desde la perspectiva del extremismo, como la mujer abnegada y subordinada eternamente a la figura del esposo.

Durante las últimas décadas, la población musulmana ha crecido considerablemente en España debido en esencia a los procesos migratorios y de reagrupación familiar que se iniciaron en la década de los noventa. La ficción española parece no tener en cuenta esto, ya que esta presencia no se refleja ni en la cantidad ni en la variedad de personajes que lo represente. El año 1992 fue un año esencial para la comunidad musulmana en España. El 10 de noviembre se firmaba en las Cortes Generales el Acuerdo de Cooperación del Estado Español con la Comisión Islámica de España. Fue el primer paso para que se empezara a tener en cuenta a la comunidad musulmana como parte integrante de la sociedad española.Las hijas de esas primeras generaciones, ahora adultas, son las que exigen ver en las series que consumen un perfil que las represente: mujeres con una identidad fuerte e independiente, alejadas de las tramas y personajes estereotipados y caricaturescos.

Según el actor británico-pakistaní Riz Ahmed, las minorías deben pasar una serie de etapas en el mundo de la interpretación: primero son interpretadas desde el cliché racista, después pueden optar a ser personajes donde su color de piel, cultura, sexualidad o religión es determinante, y finalmente pueden llegar al nivel de papeles que nada tienen que ver con dicha piel, cultura, sexualidad o, en este caso, religión.

Fase 1

La primera fase la veríamos representada en la televisión española con personajes pequeños o en episodios sueltos, como el de la serie Aida en el que el personaje de Mauricio se hace pasar por… ¿musulman? y decide convertirse en “Hassan” para conquistar a Laila, una chica de la que se prenda en un momento dado. O el caso de la serie Los nuestros 2, en la que el personaje de Aisha es una terrorista que se inmola en medio de un bar de pensionistas. A parte de contar que son musulmanas, nunca hay nada más detrás. Fuera del interés que les confieren sus creencias, son personajes totalmente planos.

El primer caso de representación mediática a nivel nacional surgió en 2014/2015 con la serie El Príncipe. Fátima, una jóven profesora interpretada por Hiba Abouk, era la protagonista. ¡¡¡La protagonista!!! Por desgracia, una vez más, las figuras masculinas eran las que llevaban la voz cantante de todo lo que pasaba en la historia.

Fase 2: Élite

Empiezas la serie sin saber muy bien de qué va realmente la trama, pero en el tráiler has visto que uno de los personajes principales es una adolescente (visiblemente) musulmana, y teniendo en cuenta que corre el año 2018 y ya es hora de que nos ofrezcan un personaje redondo, te permites hacerte ilusiones. Primer capítulo, se llama Nadia y cumple el estereotipo de hija musulmana perfecta, estudiante ejemplar, que parece que lo tiene todo muy claro y sabe lo que quiere. No está mal. La serie avanza y podemos ver cómo no lo tiene todo tan claro. Promete ofrecer una visión distinta a la que estamos acostumbrados centrándose en cómo vive su día a día en España una menor musulmana con ascendencia palestina. Aunque al principio conseguir una beca parece el objetivo principal del personaje, la trama termina describiendo las diferentes situaciones a las que se enfrenta por el hecho de ser musulmana y encontrarse en la tesitura de elegir entre la tradición familiar y el mundo fuera de su casa. No podemos negar que existen chicas que sufren y se replantean su identidad como ella. La cuestión es cuando esta representación se repite una y otra vez convirtiéndose en un relato único, como si solo existiese ese perfil. Empeora cuando la forma que tiene de liberarse de la presión que siente es quitándose el hijab. No muestran que le suponga ningún conflicto personal y no estaría tan mal (solo tratado de forma sumamente superficial), si no mostraran cómo lo hace todo para impresionar al chico blanco de turno. Sería totalmente legítimo contar la historia de una chica que es hija de musulmanes y que no quiere vivir como musulmana. O la de una chica que quiere encajar como sea y ello le supone un conflicto entre fe-identidad y vida social, pero Élite no lo plantea de ninguna de esas formas. Directamente no lo plantea.

Fase 3: El fenómeno Skam

El único ejemplo diferente más o menos mediático y reciente sería el de Amira en Skam España, una adaptación de la exitosa serie noruega Skam. Interpretada por Hajar Brown, la temporada 4 estrenada en 2020 se centra íntegramente en su personaje. En este caso la protagonista también se encuentra en una época difícil, pero en su caso está mucho mejor escrito y tratado. Tiene inquietudes, miedos, metas e intereses amorosos. Igual no sabe cómo conseguirlo, pero sabe lo que quiere y está segura de sí misma y de su fé.

La realidad es que España es un país muy diverso y es importante reflejar esa diversidad en lo audiovisual. Hay tantas realidades diferentes que resulta absurdo que siempre se queden en lo mismo. No es que esa realidad no exista, que sí, pero existen muchas otras que nunca se llegan a mostrar. El hecho de que las ficciones tengan como costumbre representar a las mujeres musulmanas como seres oprimidos y sin voluntad propia, no hace sino alimentar los prejuicios de que el islam para la mujer es algo impuesto y no algo que nace de una elección propia. Hablar de diferentes realidades no quitaría validez a la persona que sí ha sufrido la opresión. Narrar una única historia sí lo hace con el resto.

Parece que para el ojo occidental no es concebible que la mujer pueda decidir taparse igual que puede decidir destaparse. Tiene una obsesión con destapar a la mujer porque así es como entiende el concepto de libertad. Esa fijación con “liberar” a la mujer musulmana argumentando que el hijab oprime y quita voz viene desde un paternalismo un tanto rancio. Opinan sobre el derecho de una mujer a decidir sobre su cuerpo y lo que quiere ponerse porque no entienden que pueda llegar a sentirse como se siente y percibir las cosas de una forma diferente a la suya. Invalidan su decisión porque, por lo que sea, no les cuadra del todo. Como la mujer solo es libre cuando está “occidentalizada”, a la que lleva hijab la deslegitimizan e infantilizan poniendo en duda su capacidad de decidir por sí misma. Como si ser musulmana no te permitiese ser consciente de las actitudes patriarcales que rodean tu propia comunidad y tuviesen que venir a socorrerte.

Los dueños del panorama mediático durante décadas han mostrado la realidad como ellos la han entendido, dejando al descubierto los prejuicios que ellos mismos tienen asimilados y dando espacio solo a personajes que perpetúan esos mismos prejuicios.

Hay espacio para la mirada de la mujer, sí, pero para la mirada de la mujer blanca y de cultura occidental, para el feminismo blanco hegemónico. El feminismo interseccional viene ahora, de la mano de proyectos como Skam España tratados desde la profesionalidad y desde el respeto. Este pretende romper con la universalidad de la experiencia de la mujer y se construye teniendo como base la diversidad de las mujeres y sus experiencias, necesidades y luchas. Intentar entender el feminismo con una fórmula estándar de “esto significa libertad y esto no”, cuando cada mujer vive una realidad totalmente diferente en función de infinitas variantes, es un error cometido muy a menudo. No puedes cortar a todo el mundo por el mismo patrón. No hay una verdad absoluta al respecto. No hay un solo tipo de mujer musulmana, así que por favor, no nos quedemos siempre con lo mismo.