5.3. Ciberespacio, cibercultura y medios de comunicación

La Real Academia Española (RAE) define la palabra interactividad como “la cualidad de interactivo” y, a su vez, define la palabra interactivo como “dicho de un programa: que permite una interacción, a modo de diálogo, entre la computadora y el usuario”. Hasta aquí ya nos da a entender que la interactividad implica que haya una relación entre un aparato tecnológico y la persona que lo controla. ¿Pero qué es la interacción? Este diccionario de la lengua española la define como “la acción que se ejerce recíprocamente entre dos o más objetos, personas, agentes, fuerzas, funciones, etc.” Y, además, diferencia entre distintos tipos de interacción, que puede ser débil, electromagnética, fuerte y gravitacional o gravitatoria. Sin embargo, yo no quiero ni voy a hablar de ninguna de ellas. Yo voy a centrarme en la interacción como una de las cualidades de las nuevas tecnologías. Aunque en este caso, se denomina más bien interactividad.

Antiguamente, no había forma de mantener un contacto instantáneo con amigos, amigas y familiares. Una vez alguien salía de casa ya no era posible saber dónde estaba hasta que regresaba porque no existían los teléfonos móviles para contactar con esas personas. Por lo que si, por ejemplo, surgía alguna urgencia, no podía enterarse de forma inmediata. E incluso, algunos y algunas adolescentes lo veían como una ventaja para ir donde quisieran sin que su madre o su padre se enterase.

Pasaron los años y con ellos la tecnología avanzó hasta que aparecieron los primeros teléfonos móviles con los que se suponía que contactar e interactuar con alguien tendría que ser muchísimo más fácil. Sin embargo, para poder utilizarlos había que recargar las tarjetas pagando cierta cantidad de dinero y así se podía enviar mensajes y llamar a otra persona hasta que se terminara, después se volvía a recargar y vuelta a empezar.

En esa época empezó a surgir la interactividad entre diferentes personas a través de las nuevas tecnologías que iban apareciendo. Las madres y los padres ya podían dejar de lado la preocupación cuando sus hijas e hijos salían a dar una vuelta porque en cualquier momento podían ponerse en contacto con ellos y ellas para saber dónde estaban y cómo estaban. Cierto es que conforme han ido pasando los años este hecho ha derivado, en algunas ocasiones, en sobreprotección maternal y paternal e incluso en control y acoso en el caso de las relaciones de pareja.

Quizá pienses que entonces las nuevas tecnologías han traído cosas malas, y yo te respondo que no pero sí. A las nuevas tecnologías les podemos dar el uso que queramos, ellas no han ocasionado la aparición de dichas actitudes. Sino que hemos sido nosotros y nosotras las personas que hemos decidido utilizar los teléfonos móviles para controlar y acosar. Los aparatos son seres inertes que no tienen la culpa de nada, solamente han sido creados para ayudarnos en nuestro día a día como complemento de nuestra vida cotidiana.

En cuanto a los medios de comunicación, antaño solamente eran unidireccionales, es decir, que servían para enviar información sin ningún tipo de feedback por parte de usuarios y usuarias. Los espectadores y espectadoras veían la tele y, como mucho, comentaban su contenido con el resto de las personas que la estaban viendo. Los oyentes escuchaban la radio y más de lo mismo. Si no hubiera sido por los medidores de audiencia, no hubieran tenido ni idea de cuántas personas estaban al tanto de los programas televisivos o radiofónicos.

Actualmente, todo ha cambiado. Los medios de comunicación se han transformado con el paso de los años y gracias a las nuevas tecnologías se ha conseguido pasar de un sistema unidireccional a uno bidireccional.

En la televisión, los espectadores y espectadoras comentan los programas por las redes sociales, sobre todo por Twitter, a través del hashtag que aparece a modo de rótulo en la esquina superior izquierda en las pantallas.

En la radio, facilitan un número de teléfono para contestar a las llamadas de los oyentes e incluso escuchar los audios que les envían por WhatsApp según el tema del que estén hablando o la sección en la que se encuentren.

En cuanto a los teléfonos móviles, es un aparato que hoy en día utiliza la gran mayoría del planeta y es la mejor forma para contactar con alguien donde sea y cuando sea de forma rápida, inmediata y eficaz. Aunque es cierto que hay personas mayores que continúan queriendo hacer las cosas a la antigua usanza. Por ejemplo, mi abuela es fiel al teléfono fijo, pero sí que se ha comprado un teléfono móvil sencillo con el que poder llamar a sus seres queridos o que ellos la llamen a ella en cualquier momento si sale de casa. En cambio, mi abuelo no. Él nunca ha querido comprarse un móvil, aunque sea de esos que solo sirven para llamar (y eso que se lo ha dicho todo el mundo en varias ocasiones), y siempre lleva en su bandolera una libreta con los números de teléfono de todas las personas a las que conoce. Cuando está en su casa saca la libreta y hace uso del fijo para llamarlas. Y cuando está fuera de casa y tiene que llamar a alguien de esa libreta recurre a cualquier persona cercana que conozca para pedirle el móvil. Debo añadir que a veces es muy difícil dar con él.

Pero la clave de la interactividad son las redes sociales porque sí, las personas las utilizan para subir sus fotografías, su estilo de vida, lo que sienten y demás; pero no tendrían la repercusión que tienen si no fuera por la interacción entre los usuarios.

Este tipo de medio de comunicación ha ayudado a entrelazar y conectar todo el mundo entre sí. Por ejemplo, yo ahora mismo desde España puedo compartir una publicación de una persona de Francia o de Gran Bretaña para que la vea mi entorno y, a su vez, les puede gustar y volver a compartirla en sus perfiles. De esta forma, una simple fotografía puede darle la vuelta al mundo en, como mucho, un día.

En el 2020, utilizaban las redes sociales unas 3.810 millones de personas en el mundo aproximadamente. Según el estudio, la red social más popular era Facebook (dato que me ha sorprendido porque pensaba que lo sería Instagram e incluso Twitter). Y reflexionando he llegado a la conclusión de que existe en todos nosotros y nosotras la necesidad de saber y de conocer todo lo que ocurre a nuestro alrededor y quién es esta persona o quién es la otra. Facebook es la red social que nos ofrece lo que queremos de la forma más fácil. Solo hay que escribir el nombre completo en la barra de búsqueda y como por arte de magia saldrán todos los perfiles posibles de la persona a la que estamos buscando. Por el contrario, Instagram y Twitter funcionan de forma diferente y para buscar a alguna persona en concreto o utilizas su nombre de usuario o es muy difícil encontrarla, aunque no imposible.

Además, gracias a esta necesidad de querer saberlo todo generamos numerosos clics cuando utilizamos las redes sociales e incluso cuando navegamos por internet, abriendo diferentes páginas para continuar leyendo o investigando sobre aquello que nos ha interesado. Esto no sería posible sin la conocida como hipertextualidad en la red. ¿Queréis saber cuántos clicses capaz de dar una persona al día? Yo también, pero vamos a dejarlo para la próxima semana porque es un tema que se podría comparar con los icebergs: parece pequeño, pero en realidad esconde mucha profundidad.