5.3. Ciberespacio, cibercultura y medios de comunicación
Si viajamos al 1956 seríamos testigos del nacimiento de un aparato que hoy en día nos parece algo de los más mundano, pero que en su época marcó un antes y un después, sin saber todo lo que traería consigo. Efectivamente, hablo de la televisión. En el 56 se empezó a emitir regularmente en España y a popularizarse el uso de la “caja tonta”. Por aquel entonces era en blanco y negro, pero eso no importó para la memoria visual/televisiva que empezó a crearse. Pese a que comprar una televisión era un lujo que solo unos pocos se podían permitir, teniendo así que reunirse y consumirla de manera colectiva. Todos fueron espectadores de secuencias inolvidables como en EE.UU. la muerte de J. F. Kennedy y la conquista tecnológica que consigue grabar al primer hombre que llegó a la Luna. Y en España se dieron acontecimientos también importantes como el atentado contra Carrero Blanco, el intento de golpe de estado del 23 de febrero o la muerte de Franco. Podría seguir numerando acontecimientos importantes para la historia de un país y para el mundo de los que la televisión ha sido testigo y ha llevado esas imágenes a nuestros hogares, pero acabaría esta entrada y todavía no habría terminado. Con esto, la televisión no era consciente de lo que iba a conseguir visibilizando ciertos acontecimientos, como el asesinato de Ana Orantes. Ana fue una mujer que contó en televisión la violencia a la que su marido la sometía y que días después a dicha entrevista fue asesinada a manos de su marido. Este acontecimiento causó tal conmoción social que hizo que se remodelara el Código Penal. Y esto no hubiera sido posible si la televisión no hubiera estado allí.
En 1969 llega por primera vez el color a las televisiones españolas. Los niños y niñas ya disfrutaban en color de dibujos animados como ‘La pantera rosa’ o ‘Mazinger Z’. Pero este tipo de público no gozaba de todas las emisiones televisivas, pues existían los conocidos rombos. Para aquellos que no se acuerden de cómo funcionaban, eran unos rombos que aparecían en las pantallas de los televisores para regular el contenido. Es decir, dependiendo del número de rombos significaba que personas con una cierta edad no deberían ver lo que se está emitiendo. Tenían dos niveles: un rombo (mayores de 14 años) y dos rombos (mayores de 18 años). Esta era una manera de filtrar el contenido que consumían los más jóvenes, que a diferencia de ahora tienen un móvil u ordenador con el que ven todo tipo de contenido sin ningún filtro ni supervisión.
En la época de los 2000 llegan a nuestras vidas los teléfonos móviles que permitieron llamar desde cualquier sitio, pero también hacer fotos y vídeos. Donde antes hacer una foto era un privilegio de aquellos que tenían una cámara, ahora se podía incluso grabar vídeos que más tarde podrías reproducir las veces que quisieras. A partir de aquí, el desarrollo de los móviles y por defecto sus cámaras y calidad de los vídeos fue apoteósica. Y ya con la popularización de Internet, ya no solo se realizaban vídeos y fotos, sino que además se divulgaban por las redes sociales. Pero en este nuevo mundo no solo se distribuyen fotografías y vídeos, se distribuye todo tipo de contenidos como música o incluso libros.
Tal ha sido la comodidad de compartir y publicar todo tipo de contenidos que, con la llegada de la pandemia por la Covid-19 muchos de los trabajos se adaptaron a trabajar de manera telemática. Simplemente con un ordenador y acceso a internet en sus casas pudieron realizar perfectamente sus trabajos. Hasta tal punto fue la comodidad que muchos de esos trabajos actualmente se realizan de manera semipresencial. Cabe mencionar que esta nueva situación daña las relaciones de comunicación que estos trabajadores tenían antes de la pandemia y que ahora, al verse menos no socializan tanto. Ocurrió lo mismo en el caso de los estudiantes. Las clases se dieron online, mediante una especie de videollamada. Pues sí, el poder de las videollamadas, el poder ver a una persona, aunque esté a 3.000 kilómetros.
Pero Internet ha traído de la mano otros “milagros tecnológicos”, como la nube. Esa nube que todo el mundo menciona pero que nadie ve. Esta nube consiste en el almacenamiento digital en muchos ámbitos; para fotografías, vídeos, documentos de texto, música… El almacenamiento ha ido pasando por distintos formatos a lo largo de los años, como por ejemplo la transición del CD al USB. Y de la misma manera ocurre con el almacenamiento de las películas. Antes de todos estos avances, los filmes se grababan en celuloide y se almacenaban en grandes rollos. Como cuando todos reproducíamos películas en VHS. Mientras que ahora, sin ninguna sorpresa para nadie, tanto la grabación como el almacenamiento para su posterior edición y montaje, es digital. Este avance permite la visualización prácticamente instantánea de lo filmado, superando el día de retraso para imprimir el negativo en el laboratorio, además de facilitar la corrección de los colores. Al igual que la proyección, antes en celuloide y ahora con proyectores digitales. También quiero comentar que el almacenamiento por parte de los consumidores de estas películas se ha vuelto doblemente fácil, porque si el almacenamiento digital ya es cómodo lo es aún más tener a tu disposición cientos de películas en plataformas que no te ocupan nada de almacenamiento, nada más de lo que te ocupe la app de la plataforma en sí. Algunas de estas plataformas son Netflix, Amazon Prime, HBO, Filmin, Disney+… las cuales en algunos de los casos se pueden ver online, lo que no ocupa ningún tipo de almacenamiento, simplemente con acceso a internet. Además, existen dispositivos como los Amazon Fire Stick TV que consiste en un USB que hace que una televisión se convierta en Smart TV. Con esto se consigue que la televisión se conecte a Internet y puedas navegar desde ella, así como ver las películas y series en las plataformas anteriormente mencionadas.
De la televisión compartida entre muchas personas con muy pocos canales, hemos pasado a una televisión que puede llegar a sintonizar miles de canales y además conectarse al famoso Internet. Pero no solo ha aumentado la cantidad de los contenidos en cuanto a canales televisivos, sino que Internet y los teléfonos móviles han favorecido directamente a ese incremento del tráfico de contenido en redes sociales, páginas webs… en Internet en general, sin ningún tipo de filtro y con una inmediatez asombrosa.
En conclusión, de la televisión analógica han ido surgiendo avances y nuevas formas de producir y consumir contenido. Y pese a que el exceso de información y sus diversos canales saturan el tráfico comunicativo, la televisión ha sabido transformarse y adaptarse a la época, conviviendo con el vídeo y siendo igual de importante en nuestras vidas.
Bibliografía:
https://www.mastermarketing-valencia.com/marketing-digital/blog/internet-historia-evolucion/
https://cinemaforum.net/del-celuloide-al-digital/